domingo, 2 de agosto de 2009

El más triste encuentro con Natacha

El más triste encuentro con Natacha

Me senté en la cama y sentí el frío del medio día, de la luz blanquecina oscura que dejan pasar hacia la ventana las nubes de invierno, del estomago casi vacío luego de 24 horas sin comer, la sed de los antibióticos asimilados por mi organismo que particularmente hacen más calido el helado y egoístamente lluvioso invierno, la tranquilidad característica después de una batalla en campo cerebral y una dulce nostalgia por el día de ayer, donde se hizo pero nunca se hará. Luego de ponerme los calcetines lentamente, asimilando nuevamente mi cuerpo y el entorno, me dirigí a la cocina en busca de una olla y agua para cocinar, unos tallarines nunca están de más, más aún si tus invitados a comer parecen existir sólo en un recuerdo.

Cerca de las 4 de la tarde me logro levantar del rincón donde almorcé, un poco indecisa me pregunté si era buena idea invitar a la soledad a prender el pc; leer un rato, saber de algún amigo, ver si recibí el mail que espero hace meses de un remitente desconocido, evadir la responsabilidad de ver a muchos y conformarse con preguntar: “¿cómo estás?” y esperar respuesta: “bien, ¿y tu?”, en caso contrario quizás demostrar preocupación y hasta llegar a la incomoda situación de hacer una visita, un viaje tan lejano que va mas allá de mi galaxia, entablar conversaciones banales, no porque en sí lo sean, la verdad es que no me interesa saber como estas tu, ni tu, ni el o ella, solo me interesas tu y ustedes, ¿quién es tu? yo creo que si el no sabe menos sabre yo, definir a ustedes es de significado tan amplio y ambiguo que creo innecesario intentar aclarar, mas bien solo aceptar. Responder a preguntas sin sentido y realizar algunas que tienen mucho menos, fingir que nos amamos, queremos y hasta odiamos, conversar una y otra vez de nuestras trabas, decepciones, alegrías y problemas, tener por millonésima tercera vez la solución y volver a fumárnosla, volver a escupir en el ojo de aquellos que “eran” nuestros amigos y nuevamente lamer sus pies, decir que te quiero y siempre estaré contigo, y que lo vuelvas a preguntar cada día, corregirme por tercera vez en el día y criticarme por quinta, y que no seas capaz de comprender que tu y yo somos iguales, pero diferentes.

Finalmente apreté ese botón, que le da vida a Frankenstein, luego me vino un sabor conocido a la boca, pero no muy recurrente, “eso” era tan dulce como la ultima vez, el arrepentimiento, que lo defino como la única forma de lucidez donde nos damos cuenta de las posibilidades que tenemos en la vida y como forjamos nuestro destino, del poder que ejercemos en nuestro entorno, de lo importante que es cada uno de nuestros pequeños pensamientos, decisiones, y segundos de nuestras vidas, la diferencia entre un si y un no, entre decir y no hacerlo, si ese botón no hubiera sido apretado mi labor sería otra en este preciso segundo, quizás hasta estaría en un bello romance con la muerte y nunca hubiera despertado (en voz baja digo) “la paranoia” de esta extraña forma.
El brillo de la pantalla me golpeó y resquebrajo la mente, trajo a la retina el horrible dolor que sentí ayer luego de mucho “paragua” para mi joven y desgastado cuerpo, mas el exceso de conversaciones que se repiten como la eucarística que cada noche se celebra en las noticias al intentar demostrar tener un pensamiento evolucionado, culto, incoherente, “libre”, que le da una pizca de intelectualidad a la conversación pero a la vez evita caer en ella si le agregas la locura (sería abusivo referirme a los tópicos).

En un momento el cerebro pareció expandirse de tal forma que dolía la acción de mirar y ver, esos brillos estaban en todos lados, luego de salir del lugar de encuentro y caminar por la calle camino a casa, mirar los ojos de las personas y no saber si eran reales o si era un juego más de la paranoia, viajar en un colectivo donde por alguna razón debí gritar para que el chofer escuchara la calle en que quedaba, llegue a casa temblorosamente (mas que de costumbre) y vi a mi hermana y Denis (una amiga) bebiendo un poco de cerveza, recordé ese sabor y lo bien que me sentaría un poco, pero los antibióticos no son compatibles con el alcohol, así que me dirigí hacia ellas saludando, y luego me vino la inquietud de cual era la razón de aquel triste ambiente, pero me di cuenta que no era el ambiente, solo era yo.

Colgué mi chaqueta y recordé que quería orinar fui al baño moviéndome de lado a lado, parecía estar ebria, de pasada mire mis ojos al espejo a los que acompañaban unas ojeras rojas y una palidez en el rostro que las resaltaban aún mas, me pareció verme bastante bien a pesar de todo. Subí las escaleras para leer un poco ese libro que ya olvide el día que lo abrí, pero luego de una página el dolor se intensifico, así que junte un poco de tabaco y me lo fume, la extraña idea de que sería mejor pronto se difuminó. Intentar cerrar los ojos era doloroso, aún así decidí irme a dormir ya que el cansancio me abrumaba, la imagen del descanso me hacia dudar si seguiría por mucho tiempo en este lugar, prendí la TV, ya que he escuchado que esto adormece el cerebro, relaja, estupidiza, y cuanto más, pero descubrí que drogar más mi cabecita no era buena solución.

Luego pensé en lo afortunado que son los ciegos al no tener que ver todo lo que yo había visto, no sentir el dolor tan grande de la situación, el bombardeo de esos brillos, los colores, el aire, la luna, los ojos, hasta el color del silencio y el brillo del ruido, la contaminación de la memoria visual que interrumpía la oscuridad. Pensé en la posibilidad de estar volviéndome ciega y que aquella situación era la despedida a todo aquello que mis ojos me habían mostrado alguna vez, y cuando sucediera ya no extrañaría ver, al contrario, luego de aquel ataque visual sería el alivio mas hermoso que podría sentir un ser humano o un cerdo.

Finalmente poco a poco el dolor llego a tal límite que ya no recuerdo nada y solo sé que desperté hoy bastante mas tranquila, vidente aún, pensé haber muerto y no darme cuenta de aquello pero cada día me cuestiono más si solo tengo la posibilidad de morir una o más veces en la misma vida, quizás esta fue una de tantas o la definitiva; pero como podré saber cuando es si no la conozco, no se que es ni como se siente, deberá sentirse distinta a la vida, sabe, huele o se oye distinto... alguna vez la toque pero mis manos no pudieron complementar la información hasta el resto de los sentidos por lo cual no podría reconocerla, todo funciona pero nada se usa, el egoísmo y la envidia de cada sentido hacia el otro no deja completar muchas cosas, es como esa persona que compone y toca una música hermosa pero no puedes admitir que te carga, que te produce nauseas, odio, no lo puedes admitir porque te da celos, envidia, y eres tan egoísta contigo mismo que no eres suficientemente animal para decirlo y permitir a esa persona sentir la verdadera satisfacción de su creación musical, que se produzca la retroalimentación de la que tanto se habla en “comunicación”, que se angustie y entristezca porque los demás no entendieron, pero que no llore por no saberse incomprendido.

En que momento las cosas deben ser lindas o feas, hermosas y horrorosas, en que momento perdió sentido el odio, la tristeza, lo feo, la guerra, la injusticia y me muerdo la lengua cada vez que escucho las mismas palabras salir de mi boca y de la tuya, porque no puedo decir que eres una mierda, que no importa, que vivir no es ser feliz, que no quiero que cambies tu pensamiento, no creas que tengo la razón o que esto tiene algún sentido déjame contar algo, contar un cuento, la película de la que fui protagonista ayer, y ustedes también y te aseguro que tu viste diferentemente la misma.
Acercarme y alejarme de lo que me rodea fue la experiencia mas angustiante de los últimos días, sentir que me invade esa tristeza que emociona hasta por el sonido de la nada, desembocó en el día de ayer, y el no poder escupir cuando debía casi me cuesta la vida.

Todo eso paso ayer, y hoy en la mañana al abrir lo ojos asimilé, ahora me doy cuenta, llueve a media voz, mi hermano pregunta por qué lo desperté y escucho en la tele: “la constitución dice que la educación no se le debe negar a nadie” y pienso que yo se la niego a muchas personas porque me enseñaron así, pero recuerdo que también aprendí que mucho de lo que me enseñaron era erróneo… flor de periodista dice “la conciencia”, pero a esa huevona aprendí a no escucharla mucho. Pistola en mano, perfume de diva, postura de orgullo y unos toquecitos de cordura… la memoria a corto plazo es por conveniencia.
¿Y yo?