jueves, 4 de junio de 2009

Historia de una Aventura


Desde “barrios bajos”:
Historia de una Aventura
Escrito por Roberto Gallardo
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Este chico realmente sorprende. Porque desde aquellos pueblos olvidados fue tejiendo su propia historia. Se comporta como un nómada en un mundo que no fue hecho para él. Una vida cargada de valentía y atrevimiento que rompió con el estigma de una condición. Hoy comienza su desafío de estudiar Periodismo y se lo toma con absoluta serenidad. Héroe de su propia vida y forjador de su destino. Es la historia de Cristián Yana. Un chico que observa el mundo desde los ojos de un no-vidente.

Una fría noche de invierno y camino por las calles de la ciudad. La baja temperatura se mezcla con una abundante neblina capaz de estremecer hasta el lugar más iluminado. La gente no transita con tranquilidad. Es como si a sus casas ellos se quisieran escapar.
La casa de Cristián se ubica en los sectores más bajos de la ciudad. Aquellos lugares en donde la gente se moja más de la cuenta y en donde en vez de zapatos debieran salir con botas de goma gruesa.

Me dirigía con la confianza de haber conversado previamente con él. Tipo tranquilo de palabras adecuadas, trasmitía esa impresión de haber vivido mucho a pesar de ser tan joven. Salgo de mis recuerdos y sigo avanzando a paso firme. Soy un niño fascinado recorriendo la arquitectura de lo desconocido.

En cada esquina había un grupo diferente. ”Choros” escuchando la buena cumbia, disfrutaban su noche tomándose una buena caja de vino y fumándose más de alguna cosa. Yo solamente fingía estar seguro de cada uno de mis movimientos.

Una jauría de perros inquietos corría desordenadamente ante mi presencia. Mientras daba con el número de la esquiva casa, me voy dando cuenta que la recta era infinita y que el lugar era mucho más remoto de lo que Cristián me decía. Que entretenido.

Mis zapatillas son la evidencia de que me estoy sumergiendo cada vez más en estos barrios bajos. Zigzagueo metro a metro por lagunas de agua como moviéndome entre grandes ojos brillantes que todavía no se tiñen con el barro revuelto por esos neumáticos negros.

A paso de canguro por fin logro dar con el hogar. Ciertamente tenebroso me parece lo que está frente a mis ojos. Un portón oxidado y completamente abierto me invita a la casa de Cristian, el futuro entrevistado. Sigo caminando y ante mi se presenta una gran casa de dos pisos que desnuda todo su esqueleto de madera. Sin duda alguna es el refugio perfecto para esta brumosa y fría noche valdiviana.
Lo único palpable al interior del esqueleto es una vieja combustión negra en forma piramidal. Solo falta que se prenda en llamas.

Camino unos pasos y logro ver dos hileras de casas amarillas en el fondo. No hay iluminación alguna y me confundo por unos minutos tocando todas las puertas que encuentro sin respuesta alguna. Mientras llamo a una de las puertas repentinamente se prende una luz entre la oscuridad. Desde afuera escucho pasos bien pronunciados y seguros. Aquellos pasos se dirigen hacia una de las puertas. Veo una sombra que asoma entre la luz y la oscuridad. Es Cristian Yana. Carente de mala intención pienso que encuentro a un topo en la oscuridad de su tierra.

- Hola Roberto, entra-. No duda en decir mi nombre. Cristian vive en una pequeña casa de madera junto a su polola y un amigo. Es una casa relajada en donde esas cosas de la decoración dan lo mismo. Me invita a sentarme en un banco y de un momento a otro empezamos a conversar.



Cristián. ¿Siempre haz vivido acá o no?

-No. En realidad he vivido en muchas partes. Desde un principio vivía en pensiones. Después conocí a la kathy (polola) y nos fuimos a vivir a una pieza solos. Ahora nos vinimos a vivir para acá porque era más cómodo.

Siempre te estás moviendo. Eres bien nómada parece.

-Sipos. No he durado viviendo en un lugar más de dos años.

Cuéntame, tú no eres valdiviano. ¿De donde eres?

-Soy de Chile Chico undécima región. Estuve allá hasta los 11 años. La vida es pacífica y la mayoría de la gente hace agricultura, minería, esa es la tendencia de esos sitios. La gente a los quince o a los dieciséis años ya está trabajando y solo quiere hacerlo para subsistir.

¿Vivías con tu familia, con tu mama, tu papá?

- No. No tengo papá.

¿Por qué? ¿Qué le pasó?

- No el nunca estuvo no más. Mi mamá es madre soltera y también tengo un hermano (cambia de tema).Mi hermano tiene diecinueve años y se quedó trabajando allá en lo que podía. En el fondo es como la tendencia de esos lugares. No hay universidad.

¿Y que te motivó a venirte a Valdivia?

-En un principio era para conocer otro lugar. Quería rehabilitarme. Como te contaba yo veía bien hasta los diez años, tuve un accidente y vi en Valdivia otras posibilidades.

Como fue lo de tu accidente; ¿Un proceso que se fue dando o algo concreto?

-Fue un golpe en la cabeza. Estaba subiendo un árbol y en la caída se me desprendió la retina. Tú sabes que eso es peligroso. Y desde ahí comencé a perder de a poco la visión
No fue de un día para otro.


¿Y te acuerdas de tus primeros síntomas?

-Claro que sipos. Empecé mirando nublado desde atrás de la sala de clases. Fue un proceso gradual. Después me senté en la mitad de la sala y luego en la primera fila. Al final me di cuenta que no veía nada. Me mandaron a hacerme exámenes a Santiago y ahí me dijeron que se me había desprendido la retina. Fue chocante.


¿Como reaccionaste tú y los demás miembros de tu familia?

-El impacto para algunas personas es bien traumático. Pero yo igual fui super maduro, porque a pesar de mi condición vine a valdivia para tener otras expectativas. Sin embargo las familias no se recuperan nunca. Porque no lo están viviendo. Ellos lo miran como del punto de vista de “su hijito”. Entonces ellos nunca lo van a asumir bien.

¿Pasaste momentos muy difíciles?

-La ambientación al nuevo lugar es lo más difícil. También el hecho de relacionarte con personas extrañas. Eso quizás fue lo más complicado. Pero después me adapté de buena manera.

¿Y cómo fue tu educación aquí en Valdivia?

-Primero entré a la Escuela Carlos Brándago y después en séptimo básico al Liceo Armando Robles.

Pero, ¿Cómo fue ese cambio? .Porque recién te había pasado lo de tu accidente y más encima a esa edad los chicos pueden llegar a ser un poco crueles.

-Si claro. Primero fue la preparación para integrarme a una escuela de niños videntes y de principio te tiran tus tallas pesadas. Pero después te conocen más profundamente y ahí ya cambia todo. Además que yo siempre he tenido una personalidad fuerte y no me gusta que me pasen a llevar mucho.

Me imagino que debes tener mucho carácter. Quedar no vidente en un mundo tan visual para cualquiera no es fácil. Y te lo tomaste con mucha tranquilidad. Desarrollaste fuerzas. ¿Te sentiste discriminado alguna vez?

- Si. Pero fue mas por diferencias de opinión. Fueron gustos musicales y esas cosas.


¿Pero nunca por ser una persona con una discapacidad?

-No nunca (pausa). Aunque algunas veces lo intentaron pero nunca pudieron. Yo no dejé que pasará. En algunos trabajos pero yo siempre les preguntaba cual era su problema.

¿Cómo es la relación con tu familia hoy en día?

-Ahora todo ha cambiado. La relación con mi mamá y mi hermano es absolutamente distinta. Yo viajó a Chile Chico cada dos años. No es como yo me acuerdo que era antes. Ahora somos como más desconocidos. Sobretodo con mi hermano. Nos desarrollamos en mundos distintos.
.


¿Y eso te gusta? ¿Como sientes eso?

-Se dieron las cosas así no más. Igual he ganado hartas cosas pero he perdido otras. Es el sacrificio de tener mi vida aquí solo. Porque cómodamente me hubiera quedado viviendo hasta los sesenta años en mi casa. Pero no tendría una polola, un proyecto en la Universidad, no tendría una vida solo, no tendría plata. Pero vivir acá también te quita algunas cosas.

Cristian. ¿Te sientes seguro de ti mismo hoy en día?

- Ehh Sipo, si. Y de repente cuando he estado dudando me he tratado de afirmar a mi mismo. Por ejemplo en la enseñanza media viajaba solo donde amigos y como nadie me decía nada me perdía dos o tres días de clases. Carreteaba en La Serena, Santiago, Puerto Montt. Tenía malas juntas.

¿Carreteabas mucho?

-Sipos. Sobre todo en Puerto Montt. En barrios “brígidos”. En la población Mirasol me conocen harto. Nadie me ponía límites por que vivía solo.

¿Cómo fue el carretear con esta gente? ¿Cómo te recibieron ellos?

-Sabes que super bien. De repente llegan a ser más conscientes que las personas de barrios mas adinerados. He estado metido en casas sin luz y sin agua con tipos con pistolas, pero siempre fueron humildes y me dieron un buen recibimiento. El problema que tengo es más que nada con las instituciones.

A eso mismo quería llegar. ¿Cómo fue y es tu relación con tu liceo y con tu Universidad?

-Desde los años ochenta hubo un programa de integración de niños no videntes a escuelas y liceos “normales”. A mi me tocó la escuela Carlos Brándago y el Liceo Armando Robles. Está la disposición de recibirte pero no hay la capacitación suficiente para profesores. Ellos no saben como tomarte las pruebas.

¿Y tú que piensas de eso?

-Eso uno trata de cambiarlo con sus propias experiencias. Voy conociendo gente y le trato de hacer ver que soy independiente y que en la Universidad por ejemplo ando solo.
Pero más que hacer pequeñas cosas en grupos sociales, en el orden de políticas de gobierno no se puede hacer mucho.

¿Y en la Universidad Austral es similar el asunto?

-Claro. Esta la misma disposición para recibirte. Pero faltan las ayudas técnicas, aunque yo estoy conforme porque sencillamente en otros lugares no te reciben. Aunque no entiendo como serán sus políticas. No sé porque todavía no las implementan.


Cristián y tienes polola. ¿Cómo la conociste?

-Sí. La conocí en Puerto Montt cuando andaba carreteando. Ella es una persona super especial (cambia su expresión). Es bien centrada y tiene claro lo que quiere. No tiene esos prejuicios. Y gracias a ella yo estoy menos carretero. Llevamos dos años ya.

¿Se proyectan juntos?

-Claro que si. Nos proyectamos a futuro. Hemos aprendido a conocer nuestros límites, a respetarnos. Nos llevamos muy bien y es por esto también que estamos en la Universidad. Forma parte de nuestro camino juntos.


Salir de esta casa es como salir de una guarida. Cristian se prepara anímicamente para una prueba. Lentamente camino por las calles y logro salir de este gran pantano de niebla. Son las ironías de la vida. Eterna noche congelada que me mostró el lado más cálido de su existencia. Aquella energía infinita llamada vida y que produce fuerzas incluso hasta en los más condicionados.

2 comentarios:

LPM dijo...

Buen entevistado Roberto, un futuro colega...me gustó tu comienzo y las preguntas. como consejo diría que te fijes en los acentos. saludos!

karlitra dijo...

Me gustó la entrevista, el relato descriptivo, siempre será una herramienta bien ponderada. Quizás hubiese ahondado en algunos temas, visiones de vida respecto a ciertos temas. Pero eso, podría haber requerido una mayor extensión, en fin. Buen trabajo Roberto :).

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